Supervivientes del "Domingo Sangriento" recuerdan la "masacre" medio siglo después
Denis Bradley, entonces un joven sacerdote de 26 años, estuvo en la manifestación por los derechos civiles del 30 de enero de 1972 en la ciudad norirlandesa de Londonderry, donde soldados británicos mataron a 13 personas en el denominado "Domingo Sangriento".
Las piedras volaban. "Nada extraordinario", recuerda este septuagenario de mirada viva, que dejó la Iglesia católica a finales de los años 1970 y que ya había testificado para la AFP en las horas siguientes al baño de sangre.
Poco interesado en escuchar discursos que ya conocía, Bradley, que llevaba viviendo 18 meses en Derry -denominación que los republicanos prefieren al nombre oficial británico de Londonderry- estaba a punto de marcharse a casa, rememora.
"De repente oí disparos, lo que me sorprendió. Entonces vi a mucha gente corriendo", explica. Recuerda a un grupo de jóvenes cargando un cuerpo: era "un joven que estaba muy gravemente herido, al que estaba claro que le habían disparado".
"Mientras rezaba una oración por este joven que se estaba muriendo", sonaron más disparos y cundió "mucho pánico".
"Un grupo llevó al joven a una casa algo más lejos", agrega. "Me arrodillé junto a él" para "intentar rezar algunas oraciones".
"La gente corría de un lado a otro", "había disparos todo el tiempo", "recuerdo el color de la cara de este joven", una especie de gris "que acompaña a la muerte", afirma.
"En aquella época ya había visto morir a gente, pero no mucha. Era el principio del conflicto" que sacudió a Irlanda del Norte durante tres décadas.
- Soldados de aspecto "feroz" -
En aquel lugar, dominado por altos edificios, "pude ver a muchos soldados disparando", "apuntando", recuerda el exsacerdote.
Recuerda la disyuntiva de quedarse a resguardo o ir a ayudar a quienes yacían en el suelo: "Si voy, me matarán. Si no voy, no me sentiré bien conmigo mismo", se decía.
"Hice un intento", afirma, antes de que le hicieran cambiar de opinión y "me quedé con un grupo de personas que se refugiaron aquí", dice en el barrio católico de Bogside.
Entonces se acercaron los paracaidistas, soldados de aspecto "feroz". Uno de ellos "seguía disparando, no sé dónde disparaba, pero disparaba".
Cuando los soldados se disponían a llevarse al grupo de unas 20 personas con las que estaba Bradley, "vieron mi alzacuellos de sacerdote" y uno de los oficiales dijo "déjenlo ir".
Al partir en dirección de la catedral, se encontró con un capellán del ejército británico que le preguntó: "¿Está usted bien?".
"Le dije 'es una masacre', recuerdo esas palabras 'es una masacre', me dijo ¡no sé que ha pasado pero vamos a rezar una oración'".
- "Estaba desarmado" -
Jimmy Toye, que entonces tenía 16 años, también recuerda el estruendo de los vehículos del ejército y los disparos.
"Empecé a correr, la gente corría, se empujaba. Uno de los chicos que corría a mi izquierda recibió un disparo en la espalda", relata, explicando que entonces creyó que los disparos provenían de uno o dos soldados británicos "enloquecidos".
Recuerda que una de las víctimas, Barney McGuigan, recibió un disparo del "soldado F", como posteriormente se le denominó en una investigación judicial que declaró la inocencia de las víctimas y desencadenó una disculpa oficial del entonces primer ministro David Cameron en 2010.
"Llevaba las manos en alto, su pañuelo blanco, y le disparó en la cabeza", asegura Toye. "Se podía ver claramente que estaba desarmado, no era ninguna amenaza". "McGuigan estaba frente a mí, no voy a describirlo pero fue... horrible...", explica a la AFP.
"Querían darnos una lección y hundirnos, pero afortunadamente tuvo el efecto contrario. La semana siguiente hubo otra marcha, con 40.000 personas", prosigue.
"¿Ve el monumento con los nombres?", dice, señalando una estela que honra a las víctimas. "Vivirán para siempre".
A.Rispoli--PV