Un verano sofocante en el Golfo, a la espera de la COP28
Issam Genedi limpia vehículos en un estacionamiento al aire libre en Dubái. Pero trabajar a pleno sol se hace imposible ante las temperaturas extremas del Golfo, acentuadas por la ola de calor que enfrenta el planeta.
"Este verano es un poco más difícil que los otros años. Entre mediodía y las 15-15H30 simplemente no podemos trabajar", dice a AFP este inmigrante egipcio, con la gorra todavía puesta cuando empieza el anochecer.
Repartidor de un restaurante, Mohamed Ragab no tiene otra opción que patrullar la ciudad en moto bajo el calor abrasador del mediodía, pero teme por su salud y trata de "evitar los daños causados por el sol".
"Es difícil para nosotros y para todos aquellos que trabajan fuera de una oficina", dice en una calle por donde apenas pasa un alma si no es dentro de vehículos con la climatización encendida.
Emiratos Árabes Unidos, organizador a final de año de la próxima conferencia de la ONU sobre el clima, la COP28 de Dubái, vive veranos extremadamente calurosos, con máximas de entre 45 y 50 ºC.
Pero en las últimas jornadas, "un aumento de la humedad relativa, asociado a temperaturas ya de por sí elevadas, da la impresión de que la temperatura es superior a lo que realmente es", explica a la AFP Ahmed Habib, del Centro Nacional de Meteorología.
La sensación térmica oscila "entre los 50 y los 60 ºC en algunas regiones", afirma.
Será bajo los 30 ºC del invierno emiratí que se celebrará la COP28 en noviembre y diciembre, a pesar del escepticismo de los defensores del medioambiente de organizar esta cumbre en la principal región de exportación de energías fósiles del mundo.
- "Estrés térmico" -
Conocida por su gusto por la desmesura, desde relucientes vehículos de alta gama a inmensos rascacielos climatizados, la región está en riesgo de verse duramente afectada por el calentamiento global, que puede convertir algunas zonas inhabitables a largo plazo, estiman los expertos.
Estas temperaturas complicaron ya el gran peregrinaje musulmán a La Meca, en Arabia Saudita. A finales de junio, las autoridades sauditas reportaron más de 2.000 víctimas de "estrés térmico" durante el hach, sin precisar el número de muertos.
Los países del Golfo evocan raramente las consecuencias humanas del calor extremo, especialmente entre los millones de trabajadores pobres migrantes, los más expuestos.
Baréin, una pequeña isla situada en el Golfo entre Catar y Arabia Saudita, experimenta niveles de humedad particularmente elevados.
A principios de julio, la tasa de humedad era del 83% y podría superar el 90% a partir de este viernes, con temperaturas máximas de entre 42 y 45 ºC, según las previsiones publicadas por la dirección meteorológica local.
En un comunicado, este organismo gubernamental atribuyó estas condiciones extremas a los "monzones y la débil actividad de los vientos del noroeste que comienzan generalmente en junio y continúan hasta mediados de julio".
- Cultivar el desierto -
Desde comienzos de mes, Baréin ha registrado una temperatura media de 38 ºC, por encima de la media de 36,9 ºC los meses de julio más cálidos anotados, en 2017 y 2020, según las autoridades.
Si la temperatura no disminuye después de la temporada de monzones, el récord puede batirse este 2023.
Más al norte, entre Irak y Arabia Saudita, Kuwait, un rico Estado petrolero habituado a los veranos a 50 ºC, se encuentra en una de las zonas más cálidas del mundo.
"El aumento de temperatura a lo largo de este año ha sido significativo", afirma a AFP Issa Ramadan, experto climático del país, que prevé para este verano "50 ºC en la sombra" en algunas zonas de Kuwait y en los países vecinos.
"La mayoría de países árabes del Golfo se ven afectados por olas de calor anormalmente elevadas", señala este especialista, que los insta a "adaptarse" y a tratar de "cultivar las zonas desérticas para mitigar el aumento anormal de temperaturas".
Estos últimos años, las ricas monarquías del Golfo invirtieron masivamente en energías alternativas y en proyectos para reverdecer una región particularmente árida, pero la mayoría de observadores permanecen escépticos sobre su voluntad real de luchar contra el cambio climático.
J.Lubrano--PV